PARROQUIA DE SAN NICOLÁS, SEGÚN NUESTRO HERMANO JUAN LUIS FRANCO PELAYO

PARROQUIA DE SAN NICOLÁS, SEGÚN NUESTRO HERMANO JUAN LUIS FRANCO PELAYO


Han sido 250 años los que ha cumplido desde su inauguración la Iglesia de San Nicolás de Bari (1758–2008). No voy a referirme ante esta efeméride a su extraordinaria arquitectura, al mágico entorno sevillano donde está ubicada ni a las excelencias artísticas que cobija. No, eso pueden conocerlo ampliamente en las páginas de Internet y de manera muy recomendable visitando la web de la Hermandad de la Candelaria.

Lo haré mas bien en el terreno sentimental, pues mi relación con San Nicolás es tan firme y duradera en el tiempo como la noche y la luna. Se complementan porque se necesitan la una a la otra. Este “romance” sentimental/espiritual con San Nicolas (que al paso de los años no solo no disminuye sino que se incrementa cada día) se dimensiona y toma forma cuando a base de sentimientos consigo retrasar el tiempo de lo vivido. Buena cosa es vivir con los recuerdos y nunca de ellos, nunca intentemos que suplanten nuestro presente. Todo lo más lo condiciona. Somos la suma buena/mala de lo que fuimos, lo que soñamos y lo que experimentamos. Cualquier etapa –incluso las menos buenas- dejan un pozo de sabiduría y experiencia de la que poder nutrirnos como personas.

En la Iglesia de San Nicolás se casaron mis padres. Fuimos bautizados mis hermanos y yo. Con mi hija comparto la honra de ser hermanos de la Candelaria. Crecí y me hize hombre en su entorno de calles y plazuelas. Han sido tantos momentos los vividos a la sombra de sus paredes, que tendría que emborronar muchos folios para acercarme someramente a lo experimentado durante tantos años. Siempre al amparo del Señor de la Salud y la Virgen de la Candelaria.

Cada lunes del año –a menos que se interpongan fuerzas mayores- la suelo visitar. Siempre me llamó la atención un olor especial que se percibe nada mas cruzar el umbral de su puerta. ¿A que huele San Nicolás?. Es una mezcla de cera encendida, nardo marchito de paso de palio y madera de carpinteros judios. Olor de antigua juderia y de clavellinas plantadas en latas orillando los pilones de los corrales de vecinos. De dulces de convento de clausura y roscas de pan de La Modelo. De nobles blasones de los Ybarra y del vino peleón de Casa Pedro. De empeños en Montes de Piedad para paliar la miseria y de ramo de claveles al paso del crucificado de los toreros. De sandalias de goma y pegamento de zapatero remendon. De los suspiros lastimeros de una dolorosa que hizo decir a Juncal que era la más bonita de Sevilla. De sabrosos caramelos de Mauri y de tunicas guardadas todo el año en altillos de sacristía. De libros bautimasles que te dicen sin remisión de donde vienes y quien eres. Lo dicho: huele a San Nicolás.

Cada vez que se abren sus puertas vuelve a renacer en todo su esplendor un antiguo barrio perdido por el paso de los tiempos. Todo se hace nuevo y eterno a la vez. Como ayer, como hoy y como siempre. Han sido ya 250 años y tendremos San Nicolas para muchos más. Cuando ya no estemos utilizaremos los ojos y los sentimientos de los que nos precedan para seguir visitandote cada lunes del año. Por cierto, ¿alquien ha pensado lo triste que se se queda La Candelaria, cuando el Martes Santo de madrugada y despues de su paseo triunfal por Sevilla, se cierran tus puertas y se queda sola y a oscuras con su pena?.


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