Jueves Santo en compañía de Jesús Sacramentado

Jueves Santo en compañía de Jesús Sacramentado

JUEVES SANTO EN COMPAÑÍA DE JESÚS SACRAMENTADO

+ En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Alabado sea Jesús Sacramentado: Sea por siempre bendito y alabado.

Comunión espiritual

Señor mío Jesucristo, ya que no puedo recibiros sacramentalmente en este día como sería mi deseo, venid espiritualmente a mi corazón y abrazad mi alma en estos momentos de tribulación. Tú, la luz del mundo; Tú, la fuente de agua viva que apaga la sed de mi alma; Tú el Médico divino que puede sanar todas mis llagas; Tú, mi única Esperanza, mi Consuelo, mi Bien, ilumíname y protégeme.

Yo creo firmemente, oh buen Jesús, que estáis en el Santísimo Sacramento del altar, que desde el sagrario me ves, me oyes y sientes mi presencia. Venid a mi corazón, abrazad mi alma. Yo os amo sobre todas las cosas; No os apartéis nunca de mí. Yo, como si os hubiese recibido, os abrazo y me uno a Vos. Concédeme cumplir siempre tus mandamientos y jamás permitas que me separe de ti. Así sea.

Diálogo espiritual con Jesús (Imagina que Jesús te habla)

No es preciso mucho, hijo mío, para agradarme; basta que me ames con sinceridad. Confía en mí, desahoga tu alma; habla conmigo como si hablaras con tus padres, tu hermano o un amigo. Háblame con sencillez, con llaneza.

Cómo te encuentras. Dime cómo te sientes en estos momentos. Qué necesitas. Dime qué sientes, cómo estás. No te avergüences, sea lo que sea que vivas en tu corazón, desahoga tu alma en mi presencia. Hoy por hoy, ¿Qué te preocupa? ¿Qué deseas?  ¿Qué necesitas? ¿Qué puedo hacer por ti? Yo estoy a tu lado.

¿Alguien de la familia, algún amigo o alguna persona te preocupa? Dime su nombre y dime qué quieres que haga por ellos. No vaciles en pedirme todo aquello que necesites. Pídeme mucho, lo que sea que te preocupe. Me gustan los corazones generosos que llegan a olvidarse de sí mismos, para atender las necesidades ajenas. Háblame de tu familia, de tus amigos y conocidos a quienes quieres ayudar. ¿Qué quieres que haga por tu familia? ¿Qué deseas que haga por tus amigos y conocidos? Háblame de cada uno y dime que quieres que haga por ellos. Ya sabes que yo escucho toda súplica que sale del corazón.

¿Sientes acaso tristeza o disgusto? Cuéntame, alma mía, tus tristezas. ¿Sientes en tu alma melancolía? Échate en brazos de mi providencia. Contigo estoy; aquí, a tu lado me tienes; todo lo veo, todo lo oigo, ni un momento te desamparo. Acércate a mi Corazón, que tiene bálsamo eficaz para curar todas esas heridas del tuyo. En mi Corazón encontrarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, nuevos consuelos. ¡Alma mía! Mira, el cielo está lleno de santos. Todos ellos interceden por ti en estos momentos. Junto a ellos está María, mi madre y vuestra madre. Ella te lleva en su corazón, confíate a ella que intercede por ti.

Súplica al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús

  • Jesús mío, yo te adoro con todo mi ser y bendigo la obra de tu redención.

Padrenuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre…

¡Bendito sea el día y la hora en que Nuestro Señor Jesucristo instituyó la Sagrada Eucaristía! Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo…

  • Jesús mío, yo te adoro con toda mi alma y bendigo tu obra salvadora

Padrenuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre…

¡Bendito sea el día y la hora en que los Apóstoles celebraron la Sagrada Eucaristía! Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo…

  • Jesús mío, yo te adoro con todo mi corazón y bendigo la voluntad amorosa de Dios que nos ha abierto las puertas del cielo.

Padrenuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre…

¡Bendito sea cada día y hora que la Iglesia celebra el Santo Sacrificio del Altar! Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo…

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia. Vida, dulzura y esperanza nuestra. Dios te Salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y, después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María! Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.


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